viernes, 26 de febrero de 2010

"EN NOMBRE DE INIKO"

CAPÍTULO V

Ella esperaba impaciente en el pub de su calle. Mientras, aprovechaba la impuntualidad de su pareja para buscar las mejores palabras con las que poner punto final a una historia desbaratada por la incomprensión y el hastío. El susodicho llegó al momento con aire desenfadado y excusó su retraso con el denso tráfico. Quiso besar los labios carnosos de ella, pero ésta se retiró suavemente y dudó en la emisión de sus primeras palabras.

- Mira…, verás, quería decirte – y finalmente desató a sus pensamientos- que nada de esto tiene sentido, que ya no siento lo mismo que antes, que discutimos demasiado, que no compartimos las mismas ambiciones, que últimamente siento que frenas mis aspiraciones –sustrajo del aire un profundo suspiro de alivio y prosiguió- quiero que lo dejemos.

Dicho esto se sintió libre. El oyente le miró embrollado y le pidió al camarero, con voz quebrantada, un refresco para deshacer el nudo que aprisionaba su garganta. Ahogó con pequeños sorbos sus primeras palabras, asumió parte de culpabilidad y rogó una oportunidad que ella desestimó sin preámbulo alguno. La música limó en secreto las discrepancias y pronto el último marchó el primero; cabizbajo, con paso metódico, una llaga se había abierto en su pecho. Ella reposó su soledad, mientras contempló como aquella retirada forzada desertaba a su vida en el amor; pero sus sentimientos por fin parecían serenos.


Él, contó los cuarenta días de retención en aquel recinto frío, donde la instancia no fue muy plácida pero al menos le salvaba del hambre y la sed. Transcurridos estos días le trasladaron junto a otros, catalogados como menores, a centros específicos para éstos. Allí primaba la formación profesional y la enseñanza de contenidos básicos de nuestra cultura, que facilitan la incorporación de inmigrantes a la vida laboral europea. CONTINUARÁ