jueves, 11 de marzo de 2010

"EN NOMBRE DE INIKO"

CAPÍTULO VII

En apenas una hora, Luna conocía al resto de voluntarios y el padre Ramón les explicaba su cometido y planning horario. En su discurso insinuó que no habría distinciones entre los muchachos, pero para los sentimientos de Luna el consejo llegaba tarde.

Durante aquella primera noche, los sueños de Luna sólo tuvieron como protagonistas a los ojos de Jawara. A veinte metros de distancia, él intentaba en vano conciliar su sueño y en vista de su desvelo salió al patio, proyectó en el suelo un círculo, y desde él se dirigió a la luna para confiarle sus deseos.

A la mañana siguiente ella impartió gratamente contenidos básicos de Lengua Castellana y Matemáticas, pero para su fastidio Jawara no estaba entre sus alumnos.

Pero... cayó la tarde, con la fiel puesta del sol y ambos coincidieron en la cancha colindante al centro y magnificaron con sus sombras el contraste de matices, que el sol, entre nubes, protagonizaba.

Sus corazones, plácidos, intentaron vencer los conflictos morales que temen al desengaño, al dolor del alma, a las trabas xenófobas que critican el color, la cultura…Perjuicios que dictaban evasión, retirada.

Miradas afines imploraban al otro conquista.

Testigos Celestinas atizaron este deseo y se distanciaron airosos en víspera del primer acercamiento. Ojos deseosos, labios mudos; hasta que por fin Luna rompió el silencio apoyándose en gestos que aseguraran la comprensión de Jawara. Jugaron a compartir historias: la de él era un abrazo a la pobreza y una escultura de recuerdos que duelen; la de ella era un borrón de tropiezos y una pintura de méritos.

Palabras, gestos, silencios, miradas, risas, sonrisas; fueron las marionetas de esta primera escena.

El resto de encuentros fue invariable en cuanto al lugar y tiempo: las palabras de él acercaban a ella al abrazo africano, a la escultura sangrienta y él pudo imaginar un borrón fácil, una pintura de ensueño.

La espera de aquel momento se hacía cada día más deseosa, más interminable y su esencia era tan fugaz como la onda luminosa que propaga un rayo. CONTINUARÁ