CAPÍTULO V
20/02/2010
Hoy volvió a mandarle a su hijo unos cuantos besos y eludió los consejos maternos; primero rogó a la madre para que estos no empezaran y luego argumentó que no era momento.
25/02/2010
Todos los días agradece que la comida esté hecha, pero ya no regala la misma sonrisa.
Hoy me atreví a preguntarle que si su trabajo se salvaba de la crisis. Su mirada volvió a desvelar el desagrado de mi pregunta; contestó afirmativamente aunque dijo que era un trabajo temporal, que dejaría en cuanto la volviesen a llamar para su antiguo puesto. En un supermercado –añadió.
27/02/2010
Por teléfono volvió a mandar diecisiete besos y habló de mi dedicación en la cocina. También añadió que hago demasiadas preguntas.
01/03/2010
Es mediodía. Vuelvo a la calle, tras el enojo de Marta. No quiere saber nada de mí, después de confesarle quién soy. Todo ha sucedido, hace cinco minutos, cuando le he dado el dinero del alquiler. Ella lo recontó tres veces, hasta que finalmente me dijo que me había equivocado y que le había dado cincuenta euros de más. Yo le corregí, no era una equivocación. Eran los cincuentas euros restantes de mi pensión mensual y quería dárselos. Ella comenzó a decirme que no necesitaba mi piedad, que su trabajo le valía para mantener a ella y a su hijo. Entonces, maldito de mi, le dije que no me gustaba su trabajo, que sabía a que se dedicaba. Ella muy indignada, me preguntó si yo era, quién decía la rumana, el que le había espiado. Voceó que yo no era nadie para juzgar su vida. Entonces, maldito de mí, le dije que yo era quién engendró su vida, que era su padre. Bofeteó mi cara y me ha pedido que en diez minutos abandone su casa.
Mi corazón duele y no es en sentido metafórico. Su dolor me hace sudar y... (aparece una grafía ininteligible).
Marta escucha un estrepitoso golpe que procede de la habitación de su detestable inquilino. Presurosa, hacía allí se dirige y encuentra el cuerpo de Jacinto, que yace inconsciente sobre la alfombra de Mickey Mouse. Con premura llama al 112, cuya asistencia confirma la muerte.
Dos días después, cuando Marta sigue confusa por los mismos acontecimientos, el abogado Torres Salamantín le llama para darle la noticia de que es heredera única del difunto Jacinto Tovar Flagué. Su gran legado le arranca a Marta de la nocturnidad de la calle; le devuelve a su mejor mayorazgo, su hijo Daniel; y arrepienten sentimientos que rezan sobre la tumba de su padre. FIN