sábado, 5 de junio de 2010

"VUELO LIBRE"


CAPÍTULO IV

El cielo cabalga con potentes nubes negras, que amenazan liberar una tormenta propia de primavera. Bilma no duda, en levantar el debilitado cuerpo de Tina. Soporta la mayor parte de su peso, sobre un equilibrio titubeante. Pasos lentos y pesarosos se dirigen al hogar de Bilma, pero poco importa para un cielo que ya llora.

La visita inesperada tiene un cálido recibimiento. Todos conocen de vista y oídas a Tina, pero reservan comentarios al respecto. No obstante, los dos gemelos la contemplan con curiosidad inocente y el marido, Edgar Alfredo, comedido advierte que vendrán preguntas repentinas e invita a los pequeños a dar un paseo antes de la cena.

La hija mayor, Catalina, colabora con su madre en rebajar la hinchazón, que impide el parpadeo de uno de sus ojos, y en sanear los cortes, algunos convertidos en cicatrices que tatúan el cuerpo y verifican el tormento padecido. Tina argumenta entre sollozos, que se siente como un pequeño animal indefenso, salvado del cazador más atroz. Bilma y Catalina, le suplican consuelo con palabras de ternura, con gestos que contrastan el color blanco, el color negro.

La cena de los seis comensales, la preside un luto riguroso de silencio que vela el dolor de Tina y acompaña a sus sentimientos. Bilma le insiste para que, al menos, tome un vaso de leche caliente con azúcar; le asegura, con una mirada cómplice, que calmará su dolor, que aliviará su cansancio.

Para salvar la noche, Catalina presta el lecho de sus sueños a la atormentada Tina y ella se aloja en el sofá incómodo y viejo. Y el instinto protector del ángel negro se desvela varias veces, para comprobar la regularidad de una respiración rendida en un sosegado sueño.