jueves, 9 de septiembre de 2010

"UN DÍA MÁS PASEAREMOS"


Él, o lo que queda del hombretón rústico que fue, se ha convertido en el enfermero más delicado para ella. Ella, sin quererlo, se ha convertido en recuerdo para él. A veces juega con ser su esposa, pero sólo juega colgada del brazo de él, recorriendo la calles que ahora la pierden. Simula sonrisas que no siente, asiente sin saber de qué le hablan, pero es su manera de mover ficha en el tablero del alzheimer, a sabiendas de que tristemente éste gana. Continuamente se miran, pero no ensimismados de amor; él busca la mente de ella, ella ansia saber quién es él. ¡Él le trata con tanta dulzura...! Cada dos frases le nombra para que no pierda su nombre y de vez en cuando le elogia por ser la esposa más bella.
Sus hijos se quedaron allá en el pasado, la responsabilidad materna un día se olvidó de recoger a los niños en el colegio, al poco tiempo la comida quemada prendió la cocina, luego vinieron otros tantos descuidos y sus hijos ya no confiaron en sus quehaceres. El diagnóstico fue desventurado, pero ellos estaban enclaustrados en la rutina y apenas tuvieron tiempo para despedir a los recuerdos de su madre. Ella no se lo reprocha, a él sin embargo le embarga la soledad. Piensa que no sólo valen los besos, si no luchan para rescatar un recuerdo. Ni siquiera sus ratos lúcidos aprovechan. Vienen y van, se van antes de volver. Se siente cansado, se siente frustrado.
Dedica las veinticuatro horas a su atención, una atención que a menudo se convierte en vigilia para que no vuelva a tirar los cuchillos a la basura, ni a coger las llaves del coche a pesar de que nunca condujo... Cada mañana marca el teléfono del centro que le recomiendan sus hijos, pero ella le mira y él con orgullo un día más promete pasearla.