miércoles, 15 de diciembre de 2010

"ES NOCHEBUENA, LA CENA SE ENFRÍA"


"CAPÍTULO II"

Al día siguiente vuelves a tu sitio favorito, pero antes malgastas el poco dinero que mendigaste, en la sustancia que aliviará los síntomas de abstinencia. La tarde cae con el aroma navideño que aproxima reuniones familiares. Miras una y otra vez la calle por sí tus oídos olvidaron aquellos pasos rítmicos, pero tu única amiga hoy no viene a tu encuentro.

Sacas, con torpeza, de tu bolsillo mugriento la única foto que tienes y que desde hace tiempo ya no miras, sólo la palpas para asegurarte que sigue contigo. En sus colores pálidos se distinguen tres siluetas: las más adulta es la tuya, únicamente reconocible por tus ojos, aunque los retratados avivan un rostro lozano que pertenece a otro tiempo. En ella te acompaña una señorita de unos diez años que copió el tamaño de tus ojos y un muchachito menor que posa sonriente encima de tus rodillas. Mientras contemplas el retrato te bañas de lágrimas, aceleras la ingesta de alcohol y sigues girando tu cuello en busca de Carmen.

La noche vuelve a castigar a la calle con la soledad y el frío propio de diciembre y tú te resistes a marchar por si se le hizo tarde y viene. Cambias el cartón que te sirve de cojín. Está muy limado y tus nalgas resentidas por las cuadriculas de la acera, que tatúan por momentos la poca piel que tienes. Repites, que no necesitas su comida, pero anhelas las caricias que regalan sus miradas. Quizás me olvide –te lastimas-

El ruido de los coches apresuran el amanecer de Nochebuena y tú aún intentas dormir entre el balanceo del sueño y la vigilia; el sueño te sigue traicionado con imágenes pasadas y la vigilia invita a tu cordura a que te disculpes con Carmen, si vuelve.