viernes, 6 de agosto de 2010

"CRUCE DE VIDAS"


"CAPÍTULO IV"

15/02/2010
Anoche decidí seguirla, presentía su mentira. Y en efecto, la descubrí en la vía principal de la ciudad. Meneaba a propósito sus caderas y bolso y realzaba su pecho, mucho más protuberante que en horas antes. Ella no se dio cuenta de la secreta presencia que la vigilaba; enseguida se montó en un coche deportivo, cuyo modelo no logré distinguir. Y en la noche, de estrellas artificiales, perdí su pista. Sin embargo, retrocedí mi camino y me dirigí a su compañera de calle para preguntarle cuánto duraban los servicios de la prostituta recientemente ocupada. Pero ignoró mi pregunta y de malos modales me invitó a marcharme, mientras despotricaba augurios infames para Marta. La consideraba una puta sin escrúpulos, que no respetaba las normas del oficio, trabajaba más tiempo por menos dinero. Era indignante - repetía esta compañera rumana- y la excusa de su hijo, era mala como ella. La que más o la que menos, todas tenemos familia –añadía.

Hoy, se levantó a las tres de mediodía. Su despertar fue lento y muy serio. Se disculpó por la demora de la comida y enseguida preparó un arroz a la cubana, que compartimos con una ensalada. Estuve a punto de expresarle el descubrimiento de anoche, pero su actitud distante desestimó mi atrevimiento.
Media tarde volvió a pasar encerrada en su cuarto, la otra media la dedicó al teléfono y a hacer unas compras. Le propuse mi ayuda para traerle la compra, pero tajante rechazó la cortesía. Cuando cayó la tarde, planchó el vestido negro con el que provocaría a la noche y volvió a colocar con esmero, sobre la tabla de planchar, un uniforme verde.
Ahora cuando dan las diez, vuelve a marcharse sin despedirse.

18/02/2010
Los días son todos similares. Marta es una persona muy distante. Hoy, el mejor suceso ha sido su sonrisa, cuando ha descubierto que la comida estaba hecha. Ha expresado las comunes disculpas por la tardanza y yo he aprovechado su buen humor para preguntarle por el chiquillo de las fotos. Estropeé todo. Me dirigió otra de esas miradas recelosas, con sus ojos de gato, y me dijo que era su hijo. Aún me atreví a preguntarle qué donde estaba y con voz enojada, me contestó que con su madre, que a su bebé le abandonó su padre y añadió en bajo que su hijo vivirá su misma historia. Entonces se excusó diciendo que no tenía hambre y se retiró a su habitación.

4 comentarios:

  1. Genial Mary,

    Disculpa que no te comente más a menudo pero estoy falto de tiempo para todo, sin embargo que conste que te sigo y estoy entusiasmado con este nuevo relato. Espero que no se demore mucho la continuación.

    Posiblemente nos veamos por las fiestas de tu pueblo.

    Besos!

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  2. Hola querida Mary!

    De verdad, que esta historia, así como la estás contando tiene todo el carisma de esas buenas historias, que un día se llevaron al cine; está genial, ya se va viendo como es Marta, se adivinan sus miradas, su físico, y lo bueno es que ocurre sin que te hayas extendido demasiado definiéndolo. Tienen mucha movilidad los personajes. A mi, en serio, me encanta.

    espero próxima entrega

    un beso muy grande!

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  3. Tengo a Marta en mi mente. Ya creo conocerla. Me gusta esta historia.

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  4. Hola, Mary,

    Este encuentro-desencuentro nos da una descripción psicológica de tus personajes, su hielo y su candor, que provienen del hielo.

    Destaco el compás de tu relato y tu capacidad de mostrarnos dos días en sus vidas (diferentes en la acción, aunque muy similares si pensamos en su origen).

    Y aunque estoy lejos del nuevo criticismo inglés, tan en boga, creo que también bajo esa luz (observar y criticar exclusivamente el texto, sin considerar los aspectos históricos o psicológicos) alcanzas logros, por lo cual te felicito sinceramente.

    Un fuerte abrazo, Mary. Besos.

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