domingo, 14 de noviembre de 2010

"CAPRICHOS DE LA VIDA"


CAPÍTULO IV

Cuando volvió por segunda vez a la remota localidad, le esperaban a la misma hora, en el mismo sitio. Manuela tenía prevista la deliciosa merienda, pero esta vez sería intima con los recién llegados. En ella la nana, narraba la notoria mejoría de la señora: había pedido que le ventilasen la habitación, que el sol y el aire puro le acompañasen, todos los días había preguntado por su esposo e hijo... El esposo absorto quería saber más, el hijo dio un respingó y corrió impaciente a la habitación, que desde hace años no pisaba.

La alcoba olía a frescura, la claridad ampliaba el espacio. El silencio era acogedor. Sobre la cama posaba una señora, recordada más anciana. Una fina colcha cubría la mitad del cuerpo yerto, la otra mitad estaba inclinada y vestida con un vistoso camisón de seda. Su rostro lívido estaba empolvado con un suave color rosáceo. Sus ojos verdes proyectaban una mirada sostenida. Su pelo, aún oscuro, estaba recogido en una trenza espigada.

Ella le dedicó una sonrisa carmesí, él se la devolvió con un tímido saludo. Le tendió su mano convulsa, invitándole a que se acercara. Ella repetía el nombre de Paulo y estrujaba sus dedos. Al encuentro se unió el padre y los tres dialogaron con franqueza hasta que la tarde murió. Y aunque la noche resucitó livianos gritos de pesares, había esperanza familiar.

Aquel fin de semana el padre, por la suplica femenina, meditó rematricular al muchacho en la escuela del pueblo hasta que finalizase sus estudios primarios.

Paulo era feliz con el retorno idílico, la madre sanaba con el sol y propalaba su paroxismo con la luna y el padre desaparecía con más frecuencia.

Los meses transcurrieron a la velocidad vertiginosa del tiempo y ajustaron el afecto maternal. Compartían lecturas, el sereno de la siesta en el portón de la calle, la compañía de amistades y paseos ruidosos por la calles empinadas y pedregosas que aminoraban la marcha de la silla de ruedas.

Y así llegó la partida definitiva de Paulo, que le llevó a cumplir con la promesa que le hizo a su madre: diplomarse en periodismo y lucir la beca gris plomo, que ella también ostentó el mismo día que descubrió su embarazo.

Hoy sus primeros pinitos en lo periódicos, ocupan páginas principales bajo el título: “La Sierra de Gata, un capricho de la vida”.

4 comentarios:

  1. Muy tierna la historia Mary y con ese tinte rural que hace que la historia brille por los detalles.
    felicidades
    un abrazo.

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  2. Mary. retomo la lectura de tu magnífico blog.
    Caprichos de la vida te muestra como una escritora con cada vez mejor oficio, tema y capacidad de descripción.
    Me congratulo con Relatos de Inika, contigo y con tu hermosa prosa.
    Besos!

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  3. Precioso, Mary, me ha encantado!
    Besos!

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